PUEDE UN CRISTIANO ESTAR POSEÍDO POR UN DEMONIO?

INTRODUCCIÓN
La expresión poseído por un demonio (o posesión demoníaca) son términos poco afortunados que se han metido en la traducción de algunas versiones de la Biblia, pero que no aparecen realmente reflejados en el griego.
El griego del Nuevo Testamento puede hablar de una persona que «tiene un demonio» (Mt 11:18; Lc 7: 33; 8: 27; Jn 7: 20; 8:48, 49, 52; 10:20), o puede hablar de personas que sufren de influencias demoníacas (gr., daimonizomai) encontrar en el griego del Nuevo Testamento, las personas pueden entender que significa varias cosas sin tener la garantía de vincularlo a ningún versículo de las Escrituras, y resulta dificil decir que la definición de una persona es correcta y la otra es incorrecta. Mi propia preferencia, por las razones explicadas arriba, es la de no usar para nada la expresión poseído por demonio en ninguna clase de casos.
Pero si las personas explican claramente lo que quieren decir por «posesión demoníaca», se puede dar una respuesta dependiendo de la definición que ellos aportan.
Si por «poseídos por un demonio» se refieren a que la voluntad de la persona está completamente dominada por un demonio, al punto de que carece de poder para escoger lo que es recto y obedecer a Dios, entonces la respuesta a si un cristiano podría estar poseído por un demonio es no, porque las Escrituras garantizan que el pecado no tendrá dominio sobre nosotros porque hemos resucitado con Cristo (Ro 6: 14, vea también vv. 4,11).
Por otro lado, la mayoría de los cristianos estarían de acuerdo en que puede haber diferentes grados de ataque o influencia demoníaca en la vida de los creyentes (vea Lc 4: 2; 2ª Co 12: 7; Ef. 6: 12; Stg 4: 7; 1 Pa 5: 8). Un creyente puede caer bajo el ataque demoníaco de vez en cuando en un sentido más o menos fuerte. (Note la «hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años... que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse» [Lc 13:16, 11].
Aunque los cristianos después de Pentecostés disfrutaban de todo el poder del Espíritu Santo que obraba dentro de ellos, que los capacitaba para triunfar sobre los ataques demoníacos, ellos no siempre usaron este poder y ni siquiera sabían que les pertenecía. Así, pues, ¿cuán severa puede llegar a ser la influencia demoníaca en la vida de un cristiano en quien el Espíritu Santo mora después de Pentecostés?
Antes de responder a esta pregunta, debiéramos notar que es similar a la relacionada con el pecado: «¿Cuánto puede estar dominado un cristiano genuino por el pecado y de todos modos ser un cristiano nacido de nuevo?» Resulta dificil responder a esa pregunta en abstracto, porque nos damos cuenta que cuando los cristianos no están viviendo en la manera en que deben hacerlo, cuando no se están beneficiando del compañerismo regular con otros cristianos y del estudio y enseñanza regular de la Biblia, pueden caer en varios grados de pecado y todavía decirse que son cristianos nacidos de nuevo.
Pero la situación es anormal; no es lo que la vida cristiana debiera ser y puede ser. Del mismo modo, si preguntamos cuánta influencia demoníaca puede haber en la vida de un cristiano genuino, resulta difícil dar una respuesta en abstracto.
Estamos sencillamente preguntando cuán anormal puede llegar a ser una vida cristiana, especialmente si esa persona no conoce o no hace uso de las armas de guerra espiritual que están disponibles para el cristiano, si persiste en algunas clases de pecado que dan entrada a la actividad demoníaca, y está fuera del alcance de todo ministerio capacitado para ofrecer ayuda espiritual en contra de ataques espirituales. Parecería que en tales casos el grado de ataque o de influencia demoníaca en la vida de un cristiano podría ser bastante fuerte. No sería correcto decir que no podría darse esa influencia porque la persona es cristiana.
Por tanto, cuando alguien pregunta, «¿Puede un cristiano estar poseído por un demonio?», pero en realidad lo que quiere decir es, «¿Puede un cristiano caer bajo un fuerte ataque o influencia demoníaca?», la respuesta debiera ser positiva, pero con la cautela de que la palabra poseído se está usando de una forma confusa. Puesto que la expresión poseído por un demonio se presta a equivocaciones si se usa en todos los casos, especialmente cuando se refiere a un cristiano, yo preferiría evitarla por completo.
Me parece que es mejor reconocer sencillamente que puede haber varios grados de ataque o influencia demoníaca en las personas, o incluso en los cristianos, y dejarlo así. En cualquier caso, el remedio sería el mismo: reprender al demonio en el nombre del Señor Jesucristo y mandarle que salga (vea las reflexiones más adelante).
NOTA: No parece que ayude mucho el intentar definir categorías o grados de influencia demoníaca, como a veces se ha hacho, con palabras tales como «deprimido«, «oprimido», «obsesionado», etc., porque las Escrituras no definen una lista de categorías como esas para que nosotros la usemos, y esas categorías solo tienden a hacer complicado lo que es una simple verdad: Que pueden haber varios grados de ataque o influencia demoníaca en la vida de una persona.
Vea capítulo 30, Y capítulo 39, para un estudio del poder superior del Espíritu Santo obrando en la vida de los creyentes después de Pentecostés.
4. ¿CÓMO SE PUEDE RECONOCER LA INFLUENCIA DEMONÍACA?
En casos de influencia demoníaca severa, como aparecen registrados en los evangelios, la persona afectada suele mostrar un comportamiento extraño y a menudo reacciona violentamente, es especial cuando se opone a la predicación del evangelio. Cuando Jesús llegó a la sinagoga en Capernaum, «de repente ...un hombre que estaba poseído por un espíritu maligno gritó: ¿Por qué te entrometes, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruimos? Yo sé quién eres tú? (¡el Santo de Dios!) (Mr 1: 23-24). El hombre se paró é interrumpió a Jesús gritando estas cosas (o, quizá más precisamente, el demonio dentro del hombre gritó).
Después que Jesús descendió del Monte de la Transfiguración, un hombre le llevó a su hijo y le dijo: «Maestro... te he traído a mi hijo, pues está poseído por un espíritu que le ha quitado el habla. Cada vez que se apodera de él, lo derriba. Echa espumarajos, cruje los dientes y se queda rígido». Entonces llevaron al muchacho a Jesús y «tan pronto como vio a Jesús, el espíritu sacudió de tal modo al muchacho que éste cayó al suelo y comenzó a revolcarse echando espumarajos.
¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?", le preguntó Jesús al padre. "Desde que era niño" contestó. "Muchas veces lo ha echado al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos"» (Lc 9: 17-19, 20, 22). Esas acciones violentas, especialmente las que tendían a la destrucción de la persona afectada, eran indicaciones claras de actividad demoníaca. Unas acciones similares las vemos en el caso del endemoniado gadareno:
Tan Pronto Como Desembarcó Jesús, Un Hombre Poseído Por Un Espíritu Maligno Le Salió Al Encuentro De Entre Los Sepulcros. Este Hombre Vivía En Los Sepulcros, Y Ya Nadie Podía Sujetarlo, Ni Siquiera Con Cadenas. Muchas Veces Lo Habían Atado Con Cadenas Y Grilletes, Pero Él Los Destrozaba, Y Nadie Tenía Fuerza Para Dominarlo. Noche Y Dia Andaba Por Los Sepulcros Y Por Las Colinas, Gritando Y Golpeándose Con Piedras (Mr 5: 2-5).
Cuando Jesús expulsó a los demonios con el fin de que no destruyeran al hombre en el que habían vivido, salieron y entraron en una manada de muchos cerdos y los destruyeron (Mr 5: 13). La actividad satánica o demoníaca siempre tiende a la destrucción definitiva de partes de la creación de Dios y especialmente de seres humanos que están hechos a la imagen de Dios (Sal 106: 37, sobre sacrificio de niños).
En este sentido, es interesante notar que en un caso, cuando Jesús sanó a un epiléptico lo hizo expulsando al demonio (Mt 17: 14-18), pero en otras partes a los epilépticos se les distingue de los que están bajo influencia demoníaca: «y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba» (Mt 4: 24). Así sucedió también con otros casos de enfermedades físicas: En algunos casos, Jesús simplemente oraba por la persona o decía una palabra, y la persona quedaba sanada.
En otros casos, había indicaciones o declaraciones implícitas de influencia demoníaca en la aflicción. Lucas nos cuenta de «una mujer que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma» (Lucas 13: 11)Y Jesús la sanó y dijo explícitamente de ella que era una «hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años» (Lc 13: 16). Al sanar a la suegra de Pedro, Jesús «reprendió a la fiebre, la cual se le quitó» (Lc 4: 39), sugiriendo que allí había alguna influencia (probablemente demoníaca) capaz de recibir una reprensión de parte de Jesús,
En otros casos, las epístolas indican que la influencia demoníaca conduce abiertamente a declaraciones doctrinales falsas, tales como «maldecir a Jesús» (1ª Co 12:3), o rehusar confesar que (Jesucristo ha venido en cuerpo humano9 (1ª Jn 4: 2-3).
En ambos casos, el contexto tiene que ver con probar a la persona que puede ser un «profeta falso» o que quiere usar los dones espirituales para hablar en la asamblea de la iglesia (1ª Co 12) o profetizar específicamente (1ª Jn 4: 1-6).
Estos pasajes no indican que tenemos que pensar que todas las doctrinas falsas son inspiradas por demonios, pero las declaraciones doctrinales abiertamente falsas de personas que profesan estar hablando por el poder del Espíritu Santo caerían ciertamente en esta categoría. Cuando en Corinto surgió una actividad de fuerte oposición a la autoridad apostólica de Pablo de parte de los que afirmaban ser apóstoles pero que no lo eran, Pablo los vio como siervos de Satanás disfrazados de servidores de la justicia (2ª Co 11:13-15).
Además de estas evidentes indicaciones externas, la actividad demoníaca era algunas veces reconocidas mediante un sentido subjetivo de la presencia de una influencia espiritual maligna. En 1ª Corintios 12: 10, Pablo menciona la capacidad de «discernir espíritus» como uno de los dones espirituales. Parece que este don consistía en la habilidad de sentir o discernir la diferencia entre la obra del Espíritu Santo y la de los espíritus malignos en la vida de una persona.
El don incluiría aparentemente una conciencia de la influencia demoníaca que se percibiría en términos de hechos observables y objetivos, y también en términos de una inquietud emocional o espiritual o percepción de la presencia del mal.
¿Pero tenía que estar limitada esta capacidad de percibir la influencia demoníaca a los que tenían este don espiritual? Como con todos los dones espirituales, parece que había también un cierto grado de intensidad o fortaleza en el desarrollo de este don."'
NOTA: Para un análisis amplio del significado de la frase griega diakriseis pneumaton, «distinguir entre espíritus», en 1ª Co 12: 10, vea la obra de W. Grudem, «A response to Gerhard Dautzenberg on 1ª Corintios 12: 10», en Biblische Zeitschrift, NF, 22: 2 (1978), pp. 253-70.
Así que algunos pueden tener este don desarrollado en alto grado y otros pueden encontrar que les funciona ocasionalmente. Además, en la vida de todos los creyentes, puede a veces haber algo análogo a este don, alguna clase de habilidad para sentir en el espíritu la presencia del Espíritu Santo o sentir de vez en cuando la presencia de influencias demoníacas en otras personas.
De hecho, Pablo habla de una cierta clase de percepción espiritual positiva que los creyentes tienen cuando se encuentran con él y sus colaboradores: «Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden. Para éstos somos olor de muerte que los lleva a la muerte; para aquéllos, olor de vida que los lleva a la vida» (2ª Co 2: 15-16).
Hoy, en el curso ordinario de la vida, algunos cristianos tendrán un sentido subjetivo de que alguien es un cristiano antes de que tengan la oportunidad de averiguar que es así en realidad. Y parece probable que una percepción espiritual opuesta pudiera también darse de vez en cuando, en la que el creyente siente la presencia de influencias demoníacas en la vida de una persona antes de que se produzcan indicaciones más objetivas de esa realidad.
Además, a veces una persona puede saber o sentir que está bajo ataque espiritual de parte de un poder demoníaco. Un pastor maduro o un amigo cristiano, al aconsejar a alguien sobre un problema dificil, puede encontrar sabio preguntar: «¿Cree usted que el ataque de una fuerza espiritual maligna puede ser un factor en esta situación?»
La persona puede responder sencillamente, «No», pero en muchos casos la persona que está siendo aconsejada puede haber pensado en esa posibilidad o incluso puede haber estado claramente consciente de ello, pero temía decir algo sobre ello por temor de que pensaran que era una persona extraña. Esa persona se sentirá animada al ver que otro cristiano lo considere un posible factor.
En todos estos intentos de reconocer la influencia demoníaca, debemos recordar que ningún don espiritual funciona perfectamente en esta era, ni tampoco tenemos un conocimiento completo del corazón de las personas. «Todos fallamos mucho», reconoce Santiago (Stg 3: 2). Hay muchos casos en los que estamos de alguna forma inseguros de si la persona es de verdad cristiana o no, o si los motivos de la persona son sinceros o no. Hay también ocasiones cuando no sabemos con claridad en qué dirección nos está guiando Dios, o podemos estar inseguros de si lo correcto es hablar o permanecer en silencio acerca de ciertos asuntos.

Por eso tampoco es raro que haya cierto grado de inseguridad en nuestra percepción de la presencia de la influencia demoníaca. Sin embargo, esto no quiere decir que debemos ignorar la posibilidad de la influencia demoníaca, y al ir creciendo en madurez y sensibilidad espiritual, y al ir ganando experiencia en la ministración de las necesidades de otros, nuestra capacidad para reconocer la influencia demoníaca en varias situaciones sin duda irá creciendo.