INTRODUCCIÓN
Cuando
Jesús envió a los doce discípulos a que fueran delante de él predicando el
reino de Dios, «les dio poder y autoridad para expulsar a todos los demonios»
(Lc 9: 1). Después que los setenta hubieron predicado el reino de Dios en
pueblo y aldeas, regresaron con gozo diciendo: «Señor, hasta los demonios se
nos someten en tu nombre» (Lc 10: 17), y Jesús les respondió: «Sí, les he dado
autoridad a ustedes para vencer todo el poder del enemigo» (Lc 10: 19).
Cuando
Felipe, el evangelista, marchó a Samaria para predicar el evangelio de Cristo,
«de muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando alaridos» (Hch 8: 7),
y Pablo empleó autoridad espiritual sobre los demonios para decirle a un
espíritu de adivinación que estaba en una joven que adivinaba: «¡En el nombre
de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!» (Hch 16:18).
Pablo
estaba consciente de la autoridad espiritual que tenía, tanto en estos
encuentros cara a cara como el que vemos en Hechos 16, como también en su vida
de oración. Él dijo: «Aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo
hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el
poder divino para derribar fortalezas» (2ª Co 10: 3-4).
Además,
habló ampliamente de las luchas que tienen los cristianos «para hacer frente a
las artimañas del diablo» en su descripción de los conflictos «contra fuerzas
espirituales malignas en las regiones celestiales» (vea Ef. 6: 10-18). Santiago
dice a todos sus lectores (en muchas iglesias): «resistan al diablo, y él huirá
de ustedes» (Stg 4: 7). Del mismo modo, Pedro dice a sus lectores en muchas
iglesias de Asia Menor: «Su enemigo el diablo ronda como león rugiente,
buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe» (1ª P 5:
8_9).
Algunos
pueden objetar que Judas 9 enseña que los cristianos no debieran mandar ni
reprender a los espíritus malignos. Dice: «Ni siquiera el arcángel Miguel, cuando
argumentaba con el diablo disputándole el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar
contra él un juicio de maldición, sino que dijo: "¡Que el Señor te
reprenda!”
Sin
embargo, en el contexto Judas no está hablando acerca de cristianos en sus encuentros
con fuerzas demoníacas, sino señalando el error de falsos maestros inmorales y
rebeldes que «desprecian la autoridad» en general «y maldicen a los seres celestiales»
(v. 8). Basados en su propia autoridad, dicen neciamente palabras blasfemas en
contra de los seres celestiales, ya sean angélicos o demoníacos.
La
referencia a Miguel es solo para mostrar que la criatura angelical más
superior, por poderosa que sea, no se atreve a ir más allá de los límites de la
autoridad que Dios le ha dado. Los maestros falsos, sin embargo, se han pasado
con mucho de sus límites, y muestran su necedad cuando «maldicen todo lo que no
entienden (v. 10). La lección de este versículo es sencilla: «¡No trate de ir
más allá de la autoridad que Dios le ha dado!» Cuando vemos Judas 9 de esta
manera, la única pregunta que surge de este versículo para el cristiano es:
«¿Qué autoridad nos ha dado Dios sobre las fuerzas demoníacas?» y el resto del
Nuevo Testamento nos habla claramente sobre eso en varios lugares.
No
solo Jesús, y no solo sus doce discípulos, sino también los setenta discípulos,
Pablo y Felipe (que no era un apóstol) recibieron esta autoridad sobre los
demonios de parte del Señor Jesucristo (vea los versículos arriba). Judas 9,
por tanto, no puede significar que sea erróneo que los seres humanos reprendan
o den órdenes a los demonios, ni que sea erróneo que cualquiera excepto los
apóstoles lo haga. De hecho, tanto Pedro como Santiago animan a los cristianos
a «resistir» al diablo, y Pablo anima a los creyentes en general a que se
vistan con la armadura espiritual y se preparen para la guerra espiritual.
NOTA: Por supuesto, nuestro mejor ejemplo para
lidiar con los poderes demoníacos al hablar directamente con ellos y mandarles
que salgan de la personas es el ejemplo del mismo Cristo, a quien encontramos
en los evangelios haciéndolo con frecuencia, y mediante su ejemplo y palabra
les enseñó a sus discípulos a que le imitaran.
Antes
de examinar en detalle cómo funciona en la práctica la autoridad espiritual, es
importante que reconozcamos primero que la obra de Cristo en la cruz es la base
suprema de nuestra autoridad sobre los demonios." Aunque Cristo ganó una
victoria sobre Satanás en el desierto, las epístolas del Nuevo Testamento apuntan
a la cruz como el momento en el que Satanás quedó derrotado definitivamente. Jesús
se vistió de carne y hueso para «anular, mediante la muerte, al que tiene el
dominio de la muerte -es decir, al diablo» (He 2: 14).
En la
cruz Dios «desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los
humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal» (Col 2: 15). Por
tanto, Satanás odia la cruz de Cristo, porque allí fue derrotado decisivamente
para siempre. Debido a que la sangre de Cristo habla claramente de su muerte,
leemos en Apocalipsis de los que vencen a Satanás mediante la sangre de Cristo
durante su conflicto en este mundo: «Ellos lo han vencido por medio de la
sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio» (Ap 12:11).
Debido a la muerte de Cristo en la cruz, nuestros pecados están completamente
perdonados, y Satanás ya no tiene ningún derecho de autoridad sobre nosotros.
Segundo,
nuestra membrecía como hijos en la familia de Dios es la posición espiritual firme
desde la que participamos en la guerra espiritual. Pablo dice a todos los
cristianos: «Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús» (Ge
3: 26). Cuando Satanás viene para atacamos, está atacando a uno de los hijos de
Dios, a un miembro de la familia de Dios: Esta verdad nos da autoridad para
entrar en guerra con éxito en contra de él y derrotarlo.
Si
nosotros como creyentes encontramos que es apropiado decir una palabra de
reprensión a un demonio, es importante que recordemos que no tenemos que temer
a los demonios. Aunque Satanás y los demonios tienen mucho menos poder que el
poder del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros, una de las tácticas de Satanás
es intentar metemos miedo. En vez de ceder a ese temor, los cristianos debieran
recordarse a sí mismos las verdades de las Escrituras, las cuales nos dicen:
«Ustedes,
queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que
está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (1ª Jn 4: 4), y
«Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de
dominio propio» (2ª Ti 1: 7).
Lo que
Pablo dice acerca de los filipenses sobre sus relaciones con los oponentes humanos
se puede también aplicar cuando enfrentamos oposición demoníaca al evangelio,
Pablo les dice que permanezcan firmes sin «temor alguno a sus adversarios, lo cual
es para ellos señal de destrucción. Para ustedes, en cambio, es señal de salvación,
y esto proviene de Dios» (Fil 1: 28).
Les
dice también a los efesios que en su guerra espiritual deben usar el «escudo de
la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno» (Ef
6: 16). Esto es muy importante, puesto que lo opuesto al temor es la fe en
Dios. También les dice que sean valientes en su conflicto espiritual, de modo
que, habiéndose puesto toda la armadura de Dios, «cuando llegue el día malo
puedan resistir hasta el fin con firmeza» (Ef. 6: 13).
NOTA: En este párrafo y en el siguiente sobre la
adopción estoy en deuda con el buen trabajo de Timothy M. Warner, Spiritual
Waifare (Crossway, Wheaton, m., 1991), pp. 53-63.
En sus
conflictos con fuerzas espirituales hostiles, los lectores de Pablo no tenían
que huir en retirada o acobardados por el temor, sino que debían permanecer
firmes con osadía, sabiendo que sus armas y su armadura «tienen el poder divino
para derribar fortalezas» (2ª Co 10: 4; 1ª Jn 5: 18).
Podemos
preguntar, sin embargo, ¿por qué quiere Dios que los cristianos hablen directamente
al demonio que está perturbando a alguien en vez de solo orar y pedirle a Dios
que aleje a ese demonio de ellos? En cierto sentido, esto es similar a preguntarles
por qué los cristianos tienen que hablar del evangelio a otras personas en vez
de simplemente orar y pedirle a Dios que revele el evangelio directamente a esa
persona.
¿O por
qué tenemos nosotros que decirle palabras de ánimo a un cristiano que está
desalentado en vez de solo orar y pedirle a Dios que anime directamente a esa
persona? ¿Por qué tenemos que decirle una palabra de reprensión o de amable
amonestación a un cristiano que está involucrado en alguna clase de pecado, en
vez de solo pedirle a Dios en oración que intervenga para corregir el pecado en
la vida de esa persona? La respuesta a todas estas preguntas es que en el mundo
que Dios ha creado, nos ha dado un papel muy activo en llevar a cabo sus
planes, especialmente sus planes para el avance del reino y la edificación de
su iglesia.
En
todos estos casos, nuestra participación directa y actividad es importante
además de nuestras oraciones. Y así parece ser también en todos nuestros tratos
con las fuerzas demoníacas. A semejanza de un padre sabio que no arregla todas
las diferencias que tengan sus hijos, sino que a veces los envía al campo de juego
para que los arreglen por sí mismos, también nuestro Padre celestial nos anima
a que entremos directamente en el conflicto con las fuerzas demoníacas en el
nombre de Cristo y el poder del Espíritu Santo.
De ese
modo él nos capacita a que obtengamos el gozo de participar en un ministerio de
significado eterno y el gozo de triunfar sobre el poder destructivo de Satanás
y sus demonios en la vida de las personas.
No es
que Dios no pueda lidiar con los ataques demoníacos cada vez que nosotros
oramos y le pedimos que lo haga, porque ciertamente podría hacerlo y sin duda
algunas veces lo hace. Pero la pauta del Nuevo Testamento parece ser que Dios
espera por lo común que los cristianos hablen por sí mismos directamente a los
espíritus inmundos.
En la
práctica, esta autoridad para reprender demonios puede resultar en darle brevemente
una orden a un espíritu maligno que se vaya cuando sospechamos la presencia de
una influencia demoníaca en nuestra vida personal o en la vida de los que nos
rodean. Tenemos que «resistir al diablo» (Stg 4 :7), y él huirá de nosotros.
A
veces una orden breve en el nombre de Jesús será suficiente. En otras ocasiones
será de ayuda citar las Escrituras en el proceso de mandar al espíritu maligno
que salga de una situación.
Pablo
habla de la «espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef. 6: 17):9 y
Jesús, cuando fue tentado por Satanás en el desierto, citó repetidas veces las
Escrituras en respuesta a las tentaciones de Satanás (Mt 4: 1-11).
NOTA. Debido a que las Escrituras no nos dan
ninguna indicación de que los demonios pueden conocer nuestros pensamientos
(vea antes, pp. 433'34), la orden debiera darse de una forma audible.
Por ejemplo, si nosotros o uno de nuestros hijos se
despierta con un sueño que asusta, además de orar a Jesús por consuelo y
protección, podríamos también decir: «En el nombre de Jesús, ordeno a cualquier
espíritu malo que está causando esta pesadilla, que se marche».
A los niños se les puede enseñar a decir desde una
edad temprana: «¡En el nombre de Jesús, vete!» a cualquier imagen de brujas,
duendes, etc. Que puedan aparecer en sus sueños o imágenes mentales que los
perturben de noche, y luego orar a Jesús pidiendo protección y sueños felices acerca de Él. Esas
acciones por los pequeños que confían en Jesús suele tener con frecuencia
efectos notables, porque su fe en Jesús es muy sencilla y genuina (vea Mr 18:
1-4).
Las Escrituras
apropiadas pueden incluir declaraciones generales de triunfo de Jesús sobre
Satanás (Mt 12: 28-29; Luc 10: 17-19; 2A Co 10:3-4; Col 2: 15; He 2:
14; Stg 4: 7; 1A P 5: 8-9; 1ª Jn 3: 8; 4: 4; 5:18),'° pero también
versículos que hablan directamente a una tentación en particular o a una
dificultad en ese momento.
En
nuestra vida personal nos podemos encontrar con emociones pecaminosas que nos
invaden fuertemente la mente y corazones (ya sean emociones de temores irracionales,
enojo, odio, amargura, lujuria, codicia, etc.), además de orar y de pedirle a Jesús
que nos ayude a vencerlas, sería también apropiado, decir algo así: «¡Espíritu
de temor, te mando en el nombre de Jesús que te marches ahora mismo y no
regreses!»
Aunque
puede que estemos inseguros de si hay un factor demoníaco en esa situación
particular, e incluso cuando la presencia de un demonio puede ser solo uno de
los factores que contribuyen a esa situación, tales palabras de reprensión serán
en ocasiones muy eficaces. Aunque no tenemos en el Nuevo Testamento un registro
completo de la vida de oración del apóstol Pablo, este dice abiertamente que nuestra
lucha no es contra seres humanos sino contra fuerzas espirituales malignas en
las regiones celestiales» (Ef 6: 12) y «no libramos batallas como lo hace el
mundo» (2ª Co 10: 3). Es razonable pensar que su propia y amplia vida de
oración incluía esta clase de reprensiones verbales de las fuerzas demoníacas como
un aspecto de su guerra espiritual.
Además,
nuestra lucha «contra fuerzas espirituales malignas» puede significar que en
nuestro tiempo privado de oración intercesora por otros incluiremos un elemento
de reprensión verbal dirigido a las fuerzas demoníacas que pueden ser un
componente en las situaciones por las que estamos orando. (Esta clase de guerra
espiritual no la haríamos en la presencia de la persona por la que estamos
preocupados, quien en muchos casos estaría confundida o asustada
innecesariamente). Por ejemplo, los padres pueden incluir correctamente unas
breves palabras de reprensión a un espíritu de rebelión en un hijo, o de pereza
en otro, o de enojo en otro, además de orar que el Señor le dé la victoria en
esas cosas, además de enseñar y disciplinar a sus hijos.
NOTA: El término griego que traducirnos aquí como
«palabra» es rhema, que generalmente se refiere a una palabra dicha (ya sea por
Dios u otros). Se usa a veces para hablar de las palabras de las Escrituras
cuando son dichas por Dios o por otras personas que citan las Escrituras (Mt
4:4;Jn 15: 7; 17: 8; Ro 10: 17; He 6: 5; 1ª P 1: 25 (dos veces), y ese es el
sentido con el que Pablo la usa en Efesios 6: 17: Al hablar nosotros las
palabras de las Escrituras, éstas van acompañadas de la obra del Espíritu Santo
y tienen el poder de una espada espiritual.
Sería bueno que los cristianos memorizaran estos
versículos tal como aparecen mencionados en la lista con el fin de que puedan
recitados de memoria cuando se vean involucrados en la guerra espiritual.
Puesto que las Escrituras no nos dan indicación de
que los demonios puedan leer nuestras mentes, tales reprensiones en contra de
los demonios convendrá probablemente que se digan en forma audible, aunque se
haga suavemente. Por el contrario, Dios conoce nuestros pensamientos, y la
oración a Él puede estar solo en nuestra mente, sin necesidad de decida en voz
alta.
6. EL USO APROPIADO DE LA AUTORIDAD
ESPIRITUAL DEL CRISTIANO EN EL MINISTERIO A OTRAS PERSONAS.
Cuando
pasamos de la consideración de guerra espiritual privada en nuestras propias
vidas personales y quizá en la vida de miembros cercanos de la familia, nos
movemos a la cuestión de ministerio personal directo hacia otros que están bajo
ataque espiritual: Por ejemplo, podemos estar a veces involucrados en consejería
u oración con otra persona cuando sospechamos que la actividad demoníaca es un
factor en su caso. En estos casos, algunas otras consideraciones deben tenerse
en mente.
Primero, es importante no asustar a las personas hablando
con mucha palabrería sobre algo que puede ser familiar para nosotros, pero
bastante extraño y algo atemorizante para otros. El Espíritu Santo es un Espíritu
de bondad y paz (vea 1ª Co 14: 33). Por esta causa, es con frecuencia una
muestra de consideración hacerle preguntas a la persona que tratamos de ayudar.
Podemos
preguntar: «¿Piensa usted que un espíritu maligno le puede estar atacando en
esta situación» o «¿Le molestaría si yo dijera una palabra de represión a un
espíritu maligno que puede ser un factor en estor» Es también importante
asegurarle a la persona que si hay un factor demoníaco envuelto en el asunto,
no debiera pensarse que eso es reflejo negativo de la condición espiritual de
la persona, sino solo puede indicar que Satanás puede estar tratando de atacar
a esa persona a fin de evitar que sirva con eficacia al Señor.
Cada
cristiano es un soldado del ejército espiritual del Señor y, por tanto, está
sujeto a los ataques de las fuerzas del enemigo.
Si la
persona da permiso para ello, una orden breve debiera darse en voz alta, diciéndole
al espíritu maligno que se vaya. Puesto que la persona bajo ataque tendrá a
menudo un cierto sentido de una presencia demoníaca, sería apropiado, después de
ordenar al espíritu maligno que se marche, preguntarle si sintió algo diferente
cuando se pronunciaron aquellas palabras. Si de verdad había una influencia demoníaca
en la situación, la persona puede experimentar de inmediato alivio o libertad,
con frecuencia acompañado de gozo y paz.
Nada
de esto tiene que ser un procedimiento cargado de dramatismo ni muy emocional.
Algunas experiencias contemporáneas hablan de largas y tremendas batallas en
las que el consejero cristiano discute con el demonio y le grita repetidas veces
durante varias horas. Pero no hay ninguna indicación en el Nuevo Testamento de
que los demonios sean sordos, ni tampoco hay ejemplos de períodos de largos
conflictos para conseguir que el demonio salga de la persona. Jesús «con una sola
palabra expulsó a los espíritus» (Mt 8: 16), aun cuando en un caso (el del
endemoniado gadareno) el espíritu maligno mostró al principio algo de
resistencia (vea Mr 5:8; Lc 8: 29).
Jesús
entonces le preguntó por su nombre y expulsó muchos demonios de una vez (Mr 5: 9-13;
Lc 8: 30-33). El poder de expulsar a los demonios no viene de nuestra propia
capacidad o de la fuerza de nuestra propia voz, sino del Espíritu Santo (Mt 12:
28; Lc 11: 20). De modo que un tono de voz tranquilo, seguro y autoritativo
debiera ser suficiente.
NOTA: El verbo exorcizar significa «echar fuera (un
espíritu maligno) mediante una fórmula mágica o palabras de orden.
El «exorcismo» se define como la acción de expulsar
de esta manera a los espíritus malos. Estas palabras no aparecen en la Biblia
(aunque en Hechos 19:13 se menciona a unos exorcistas Judíos). Debido a que
estos términos se han usado en contextos tanto paganos como cristianos a lo
largo de la historia, hay espacio para que los cristianos difieran sobre si es
sabio usarlos hoy para referirse a prácticas cristianas.
Segundo, para evitar ser arrastrado a una larga
conversación o batalla con el demonio mismo, el consejero cristiano debiera
enfocarse no en el demonio sino en la persona que está ministrando y en las
verdades de la Biblia que necesitan ser afirmadas y creídas. El «cinturón de la
verdad» (Ef 6: 14) es parte de la armadura que nos protege de Satanás, como lo
es la «espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef 6: 17).
Si la
persona a la que estamos ministrando se enfoca en la verdad de las Escrituras y
las cree, y renuncia al pecado y de esa manera se protege con la «coraza de
justicia» (Ef 6: 14), el espíritu maligno no tendría ninguna base ni apoyo en
la vida de esa persona. Si el demonio rehúsa salir a pesar de la orden que se
le ha dado en el nombre de Jesús, puede ser mejor esperar hasta otro momento
después de más tiempo de oración y de preparación espiritual personal de la
persona a la que se está ministrando y de la persona que está ministrando (Mt
17: 19-20; Mr 9:29; vea las reflexiones más adelante).
Tercero, es importante que los cristianos no se conviertan
en personas excesivamente curiosas en estas cuestiones de conflictos
demoníacos. Aunque es un ministerio en el que el Señor da a todos los
cristianos autoridad para participar, las
Escrituras,
no obstante, nos dicen que seamos niños en cuanto a la malicia, pero adultos en
nuestro modo de pensar» (1ª Co 14: 20). Es decir, que no quedemos excesivamente
fascinados con asuntos de demonios ni intentemos convertimos en «expertos» en
alguna clase de demonio para satisfacer nuestra curiosidad.
Cuarto, si la persona a la que estamos ministrando no es
cristiana, es importante que la instemos a aceptar a Cristo como Salvador y
Señor inmediatamente después de la expulsión del demonio. De otro modo su
situación puede llegar a ser peor después.
Cuando Un Espíritu Maligno Sale De Una Persona, Va Por Lugares Áridos,
Buscando Descanso Sin Encontrarlo. Entonces Dice: «Volveré A La Casa De Donde
Salí». Cuando Llega, La Encuentra Desocupada, Barrida Y Arreglada. Luego Va Y
Trae A Otros Siete Espíritus Más Malvados Que Él, Y Entran A Vivir Allí. Así Que
El Estado Postrero De Aquella Persona Resulta Peor Que El Primero. Así Le
Pasará También A Esta Generación Malvada (Mt 12: 43-45).
Quinto, la eficacia en casos difíciles de influencia
demoníaca puede estar relacionada con nuestra propia condición espiritual.
Cuando Jesús expulsó un demonio de un muchacho epiléptico, «y éste quedó sano
desde aquel momento», los discípulos acudieron a Jesús para preguntarle en
privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?» (Mt 17: 18-19). Jesús les
respondió: «Porque ustedes tienen tan poca fe» (Mt 17: 20).
El
Evangelio de Marcos nos informa que Jesús también les dijo a los discípulos:
«Esta clase de demonios solo puede ser expulsada a fuerza de oración» (Mr
9:29). Los discípulos aparentemente estaban débiles en su fe en ese tiempo; no
habían pasado mucho tiempo en oración en los últimos días y no estaban
caminando plenamente en el poder del Espíritu Santo.
Jesús
advirtió claramente que no debiéramos regocijamos demasiado ni enorgullecemos
de nuestro poder sobre los demonios, si lo que debiéramos regocijarnos en
nuestra gran salvación. Debemos tener esto bien en cuenta para no volvemos
orgullosos y que el Espíritu Santo retire su poder de nosotros.
Cuando
los setenta regresaron con gozo diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos
someten en tu nombre» (Lc 10: 17), Jesús les respondió: «No se alegren de que
puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están
escritos en el cielo» (Lc 10: 20).
NOTA: Con frecuencia resulta muy sabio, en los
casos difíciles, tener la ayuda de alguien con más madurez y experiencia en
esta área.
Los cristianos no debieran, por tanto, estar
preocupados con asuntos relacionados con el ocultismo o el movimiento de la
Nueva Era. Debiéramos dedicarnos a pensar en cosas que son «respetables en todo
lo que sea excelente o merezca elogio» (Fil 4: 8). Expertos
7. DEBEMOS ESPERAR QUE EL EVANGELIO TRIUNFE CON PODER SOBRE LAS OBRAS DEL
DIABLO.
Cuando
Jesús apareció en Galilea predicando el evangelio, «de muchas personas salían demonios»
(Lc 4:41). Cuando Felipe fue a Samaria a predicar el evangelio, «de muchos
endemoniados los espíritus malignos salían dando alaridos» (Hch 8: 7). Jesús
comisionó a Pablo para que predicara entre los gentiles «para que les abras los
ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios,
a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre
los santificados» (Hch 26: 18).
La
proclamación que Pablo hizo del evangelio no fue «con palabras sabias y
elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de
ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios» (1ª Co 2:
4-5; cf. 2ª Co 10: 3-4). Si de verdad creemos en el testimonio bíblico de la
existencia y actividad de los demonios, y si de verdad creemos que «el Hijo de
Dios
fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo» (1ª Jn 3: 8),
parecería que es apropiado esperar que aun hoy cuando el evangelio es
proclamado a los incrédulos, y cuando los creyentes oran aunque quizá no hayan
estado conscientes de esta dimensión espiritual del conflicto, haya un
reconocimiento genuino y con frecuencia inmediato del triunfo sobre los poderes
del enemigo. Debiéramos esperar que esto suceda, pensar en ello como una parte
normal de la obra de Cristo en la edificación de su reino, y regocijamos en la
victoria de Cristo sobre ello.
NOTA: Cuando Jesús dijo: «Esta clase de demonios
solo puede ser expulsada a fuerza de oración» (Mr 9:29), no parece que quisiera
decir que era necesario orar por un largo periodo de tiempo acerca de aquella
situación específica antes de que se pudiera expulsar el demonio, porque Él
mismo no oró para nada sino que dijo la palabra y expulsó al demonio de una
vez.
Más bien parece que estaba diciendo que una vida de
oración continua y de permanecer en la voluntad de Dios resultará en una
preparación espiritual y en una posesión de poder espiritual por medio de la
unción del Espíritu Santo que será eficaz en un conflicto de fuertes ataques o
influencia demoníaca.
Jesús no quiere decir que sea malo regocijarse
cuando el enemigo es expulsado y las personas quedan libres, porque esa es
ciertamente una buena razón para regocijarse. Él más bien estaba haciendo un
contraste relativo en términos absolutos al decirles a los discípulos que la
grandeza de su salvación es en lo primero en que debieran regocijarse.
PREGUNTAS DE APLICACIÓN
PERSONAL
1. Antes de leer este capítulo, ¿pensaba usted que la mayor parte de la
actividad demoníaca estaba confinada al tiempo del Nuevo Testamento o a otras culturas
más bien que en la nuestra? Después de leer este capítulo, ¿hay partes en su
sociedad donde usted piensa que podría haber hoy alguna forma de influencia
demoníaca? ¿Siente usted algún temor ante la posibilidad de encontrarse con
actividad demoníaca en su propia vida o en la vida de aquellos que le rodean?
¿Qué dice la Biblia que lidiará específicamente con ese sentimiento de temor?
¿Cree usted que el Señor quiere que usted sienta ese temor, si es que lo
siente?
2. ¿Hay alguna área de pecado en su propia vida que podría dar pie a
alguna actividad demoníaca? Si es así, ¿qué es lo que el Señor quiere que usted
haga en relación con ese pecado?
3. ¿Ha habido casos en los que usted ha tenido victoria sobre las fuerzas
demoníacas al hablarles en el nombre de Jesús? ¿De qué manera puede ayudarle el
material de este capítulo a ser más eficaz en esta clase de conflicto
espiritual? ¿Cuáles son los peligros de llegar a estar demasiado interesado o
demasiado involucrado en esta clase de ministerio? ¿Cómo puede protegerse en
contra del excesivo énfasis? ¿Cuál piensa usted que fue el procedimiento de
Pablo cuando él iba de ciudad en ciudad predicando el evangelio donde nunca
antes lo habían escuchado y donde había adoración de demonios? ¿Cómo podría la
iglesia hoy beneficiarse del ejemplo de Pablo?
TÉRMINOS ESPECIALES
Endemoniado,
demonios, exorcismo, posesión demoníaca, distinguir o discernir entre espíritus,
Satanás
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Santiago 4: 7-8: Sométanse A Dios. Resistan Al Diablo, Y Él Huirá De
Ustedes. Acérquense A Dios, Y Él Se Acercará A Ustedes. ¡Pecadores, Límpiense
Las Manos! ¡Ustedes Los Inconstantes, Purifiquen Su Corazón!