1. LOS ÁNGELES MUESTRAN LA GRANDEZA DEL AMOR DE DIOS Y SU PLAN PARA NOSOTROS.
Los
seres humanos y los ángeles (usando el término ampliamente) son las únicas criaturas
morales y altamente inteligentes que Dios ha hecho. Por consiguiente podemos
entender mucho en cuanto al plan de Dios y su amor por nosotros cuando nos
comparamos con los ángeles.
La
primera distinción que hay que notar es que de los ángeles nunca se dice que fueron
hechos «a imagen de Dios», en tanto que de los seres humanos varias veces se
dice que son hechos a imagen de Dios (Gn 1: 26-27; 9: 6). Puesto que ser a
imagen de Dios quiere decir ser como Dios, lo parece justo concluir que somos
más parecidos a Dios incluso que los ángeles.
Esto
lo respalda el hecho de que Dios algún día nos dará autoridad sobre los
ángeles, para juzgarlos: «¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos?» (1ª
Co 6: 3).
Aunque
somos «un poco menor que los ángeles» (Heb 2: 7), cuando nuestra salvación sea
completa seremos exaltados por encima de los ángeles y gobernaremos sobre
ellos. Es más, incluso ahora, los ángeles ya nos sirven: «¿No son todos los
ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que
han de heredar la salvación?» (Heb 1: 14).
La
capacidad de los seres humanos de tener hijos como ellos mismos (Adán «tuvo un
hijo a su imagen y semejanza», Gn 5: 3) es otro elemento de nuestra
superioridad a los ángeles, que al parecer no pueden tener hijos (Mt 22: 30; Lc
20: 34-36).
También,
la grandeza del amor de Dios por nosotros se ve demostrada en relación con los
ángeles. Aunque muchos ángeles pecaron, ninguno fue salvo. Pedro nos dice que
«Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al abismo, metiéndolos
en tenebrosas cavernas y reservándolos para el juicio» (2ª P 2:4).
Judas
dice que «a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que
abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad
para el juicio del gran Día» Jud 6). Yen Hebreos leemos: «Ciertamente, no vino
en auxilio de los ángeles sino de los descendientes de Abraham» (Heb 2: 16).
Vemos,
por consiguiente, que Dios creó dos grupos de criaturas inteligentes y morales.
Entre los ángeles, muchos pecaron, pero Dios decidió no redimir a ninguno de
ellos. Fue perfectamente justo que Dios 10 hiciera, y ningún ángel jamás puede
quejarse de que Dios lo trató injustamente.
Ahora,
entre el otro grupo de criaturas morales, los seres humanos, también hallamos
que un gran número (todos, por cierto) han pecado y se han alejado de Dios.
Como con los ángeles que pecaron, Dios podía haber dejado que siguiéramos la
senda hacia la condenación eterna que escogimos. Si Dios hubiera decidido no
salvar a nadie de toda la raza humana, habría sido perfectamente justo que lo
hiciera, y nadie podría quejarse de injusticia de parte de él.
Pero
Dios decidió hacer mucho más que solo satisfacer las demandas de la justicia.
Decidió
salvar a algunos seres humanos pecadores. Si hubiera decidido salvar sólo a
cinco seres humanos de toda la raza humana, eso habría sido mucho más que
justicia; habría sido una gran demostración de misericordia y gracia. Si
hubiera decidido salvar solamente a cien de toda la raza humana, hubiera sido
una asombrosa demostración de misericordia y amor. Pero Dios, en verdad, ha
escogido hacer mucho más que eso. Ha decidido redimir de la humanidad pecadora a
una gran multitud, que nadie puede contar, «de toda raza, lengua, pueblo y
nación» (Ap 5: 9).
Esto
es misericordia y amor incalculables, mucho más allá de nuestra comprensión.
Todo
es favor inmerecido; todo es gracia. El asombroso contraste con la suerte de
los ángeles recalca esta verdad en nosotros.
El
hecho de que hemos sido salvados de una vida de rebelión contra Dios quiere decir
que por toda la eternidad podremos entonar cantos que los ángeles jamás podrán
cantar.
Redimido;
¡me encanta proclamarlo! Redimido por la sangre del Cordero;
Redimido
por su misericordia infinita; Su hijo, para siempre, yo soy.
Este
canto, y todos los grandes cantos que proclaman nuestra redención en Cristo,
son nuestros solamente. Los ángeles que no cayeron nos ven entonar estos cantos
y se regocijan (Lc 15: 10), pero nunca podrán hacerlos suyos.
2. LOS ÁNGELES NOS RECUERDAN QUE EL MUNDO INVISIBLE ES REAL.
Tal
como los saduceos del día de Jesús decían que «No hay resurrección, ni ángeles
ni espíritus» (HH. 23:8), muchos en nuestros días niegan la realidad de
cualquier cosa que no puedan ver. Pero la enseñanza bíblica de la existencia de
los ángeles es un constante recordatorio para nosotros de que hay un mundo
invisible que es muy real. Sólo cuando el Señor abrió los ojos del criado de
Eliseo a la realidad del mundo invisible el sirviente pudo verla: «Vio que la
colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (2ª R
6: 17; era un gran ejército de ángeles enviado a Dotán para proteger a Eliseo
de los sirios).
El
salmista, también, muestra que está consciente de un mundo invisible cuando
anima a los ángeles: «Alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus
ejércitos» (Sal 148: 2). El autor de Hebreos nos recuerda que cuando adoramos
entramos a la Jerusalén celestial para reunimos con «millares y millares de
ángeles, a una asamblea gozosa» (Heb 12: 22), a quienes no vemos, pero cuya
presencia debería llenamos de sobrecogimiento y gozo. El mundo incrédulo podrá
decir que hablar de los ángeles es superstición, pero la Biblia lo hace para
damos percepción de las cosas como realmente son.
3. LOS ÁNGELES SON EJEMPLO PARA NOSOTROS.
En su
obediencia y en su adoración, los ángeles son ejemplos dignos de que los
imitemos. Jesús nos enseña a orar: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo» (Mt 6: 10). En el cielo los ángeles cumplen la voluntad de Dios
inmediatamente, gozosamente y sin cuestionar. Debemos orar diariamente que
nuestra obediencia y la obediencia de otros sean como la de los ángeles en el cielo.
Ellos se deleitan en ser humildes siervos de Dios, y cada uno desempeña fiel y
gozosamente las tareas asignadas, sean grandes o pequeñas.
Nuestro
deseo y oración debería ser que nosotros y todos los demás en la tierra hagamos
lo mismo.
Los
ángeles también sirven como ejemplos para nosotros en su adoración a Dios. Los
serafines ante el trono de Dios ven a Dios en su santidad y continuamente exclaman:
«Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su
gloria» (Is 6: 3). Y Juan ve alrededor del trono de Dios un gran ejército de ángeles:
«El número de ellos era millares de millares y millones de millones. Cantaban con
todas sus fuerzas: «¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el
poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la
alabanza!» (Ap 5: 11-12).
Así
como los ángeles hallan sumo gozo en alabar a Dios continuamente, ¿no
deberíamos nosotros también deleitamos cada día en entonar a Dios alabanzas, y
tenerlo como el uso más elevado y más digno de nuestro tiempo y nuestro mayor
gozo?
4. LOS ÁNGELES REALIZAN ALGUNOS DE LOS PLANES DE DIOS.
La
Biblia ve a los ángeles como siervos de Dios que realizan algunos de sus planes
en esta tierra. Traen mensajes de Dios a las personas (Lc 1: 11-19; Hch 8: 26;
10: 3-8,22; 27: 23-24). Ejecutan algunos castigos que Dios impone, como traer
una plaga sobre Israel (2ª S 24: 16-17), exterminar a los dirigentes del
ejército asirio (2ª Cr 32: 21), matar al rey Herodes porque no dio gloria a
Dios (Hch 12: 23), o derramar las copas de la ira de Dios sobre la tierra (Ap
16: 1). Cuando Cristo vuelva, los ángeles vendrán con él como un gran ejército
que acompaña a su Rey y Señor (Mt 16: 27; Lc 9: 26; 2ª Ts 1: 7).
Los
ángeles también patrullan la tierra como representantes de Dios (Zac 1: 10-11)
y libran guerra contra las fuerzas demoníacas (Dn 10: 13; Ap 12: 7-8). Juan, en
su visión, vio a un ángel descender del cielo, y anota que el ángel «sujetó al
dragón, a aquella serpiente antigua que es el diablo y Satanás, y lo encadenó
por mil años. Lo arrojó al abismo» (Ap 20: 1-3). Cuando Cristo vuelva, un
arcángel proclamará su venida (1ª Ts 4: 16; d. Ap 18: 1-2,21; 19: 17-18;).
5. LOS ÁNGELES GLORIFICAN DIRECTAMENTE A DIOS.
Los
ángeles también tienen otra función: sirven directamente a Dios glorificándolo.
Por tanto, además de los seres humanos, hay otras criaturas morales e
inteligentes que glorifican a Dios en el universo.
Los
ángeles glorifican a Dios por lo que Dios es en sí mismo, por su excelencia. Alaben
al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su
mandato (Sal 103: 20; 148: 2).
Los
serafines continuamente alaban a Dios por su santidad (Is 6: 2-3), como también
los cuatro seres vivientes (Ap 4: 8).
Los
ángeles también glorifican a Dios por su gran plan de salvación conforme se
desenvuelve. Cuando Cristo nació en Belén, una multitud de ángeles alabó a Dios
y dijo: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su
buena voluntad» (Lc 2: 14; Heb 1: 6).Jesús nos dice: «Les digo que así mismo se
alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente» (Lc 15: 10), lo
que indica que los ángeles se regocijan cada vez que alguien se convierte de
sus pecados y confía en Cristo como Salvador.
Cuando
Pablo proclama el evangelio para que las personas de diverso trasfondo racial,
lo mismo judíos que griegos, sean llevadas a la iglesia, ve el sabio plan de Dios
para la iglesia exhibido ante los ángeles (y demonios), porque dice que fue
llamado a predicar a los gentiles para «que la sabiduría de Dios, en toda su
diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y
autoridades en las regiones celestiales » (Ef. 3: 10). Y Pedro nos dice que
«Aun los mismos ángeles anhelan contemplar» (1ª P 1: 12) las glorias del plan
de salvación conforme se realiza en la vida de creyentes individuales cada día.
ll Pablo también nota que Cristo fue «visto por los ángeles» (1ª Ti 3: 16), lo
que sugiriere que ellos glorifican a Dios por la vida de obediencia de Cristo.
Es más, el hecho de que las mujeres debían vestirse de manera que
apropiadamente señale que son mujeres, «a causa de los ángeles» (1ª Co 11: 10),
cuando la iglesia se reunía para adorar, indica que los ángeles presencian la
vida de los cristianos y glorifican a Dios por nuestra adoración y obediencia.
De
hecho, Pablo le recuerda a Timoteo, cuando quiere enfatizar la seriedad de un
mandamiento, que desempeñamos nuestras acciones en presencia de testigos
angélicos: «Te insto delante de Dios, de Cristo Jesús y de los santos ángeles,
a que sigas estas instrucciones sin dejarte llevar de prejuicios ni
favoritismos) (1ª Ti 5: 21; 1ª Co 4: 9). Si Timoteo sigue las instrucciones de
Pablo, los ángeles presenciarán su obediencia y glorificarán a Dios; si deja de
obedecer, los ángeles también lo verán y se entristecerán.
NOTA: El tiempo presente del verbo epitzymousin
«anhelan), da el sentido de «estar anhelando continuamente, incluso en el
tiempo presente» mirar estas cosas. Este anhelo incluye una curiosidad santa
para presenciar y deleitarse en las glorias del reino de Cristo conforme se
realizan más plenamente en las vidas de los creyentes individuales en toda la
historia de la iglesia (vea la consideración en Wayne Grudem, 1 Peter, p. 73).