NUESTRA RELACIÓN CON LOS DEMONIOS

1. ¿ESTÁN HOY LOS DEMONIOS ACTIVOS EN EL MUNDO?

Algunas personas, influenciadas por la visión naturalista del mundo que solo acepta la realidad de lo que se puede ver, tocar u oír, niegan que los demonios existan hoy y mantienen que creer en su realidad refleja una perspectiva obsoleta que se enseña en la Biblia y en otras culturas antiguas. Por ejemplo, Rudolf Bultmann, el erudito alemán del Nuevo Testamento, niega enfáticamente la existencia de un mundo sobrenatural de ángeles y demonios.
Argumenta que estos eran «mitos» antiguos y que el mensaje del Nuevo Testamento tenía que ser «demitologizado» mediante la eliminación de tales elementos mitológicos a fin de que el evangelio pudiera ser recibido por personas modernas y científicas.
Otros han pensado que el equivalente contemporáneo (inaceptable) a la actividad demoníaca mencionada en las Escrituras es la influencia poderosa y a veces maligna de organizaciones y «estructuras» en nuestra sociedad actual, gobiernos perversos y corporaciones poderosas que controlan a miles de personas y que a veces se dice son «demoníacas», especialmente en los escritos de teólogos más liberales.
Sin embargo, si las Escrituras nos proporcionan una información correcta del mundo como realmente es, debemos tomar seriamente su descripción de la intensa participación demoníaca en la sociedad humana. El hecho de no percibir esa participación con nuestros cinco sentidos nos está diciendo que tenemos algunas deficiencias en nuestra capacidad para entender el mundo, no que los demonios no existan.
De hecho, no hay razón para pensar que haya hoy menos actividad demoníaca en el mundo que la que había en el tiempo del Nuevo Testamento. Nosotros estamos en el mismo período de tiempo en el plan general de Dios para la historia (la era de la iglesia o la era del nuevo pacto), y el milenio tiene todavía que llegar cuando quedará eliminada la influencia de Satanás en la tierra.
Buena parte de la sociedad occidental secularizada no está dispuesta a admitir la existencia de demonios excepto quizá en sociedades «primitivas» y relega toda conversación sobre la actividad de los demonios a la categoría de superstición.
Pero la negativa de nuestra sociedad a reconocer hoy la presencia de la actividad demoníaca es, desde una perspectiva bíblica, debido sencillamente a la ceguedad de las personas a la verdadera naturaleza de la realidad.
¿Pero en qué clase de actividad se involucran los demonios hoy? ¿Hay algunas características distintivas que nos permitan a nosotros reconocer hoy la actividad demoníaca cuando tiene lugar?
2. NO TODO MAL Y PECADO PROCEDE DE SATANÁS Y DE LOS DEMONIOS, PERO ALGO SÍ.
Si pensamos en el hincapié general de las epístolas del Nuevo Testamento, nos damos cuenta del poco espacio que se dedica a hablar de la actividad demoníaca en la vida de los creyentes o de métodos para resistir u oponerse a tal actividad. Se hace hincapié en instar a los creyentes a no pecar, a vivir vidas de rectitud. Por ejemplo, en 1ª Corintios, donde hay un problema de «disensiones»,
Pablo no le dice a la iglesia que reprenda a un espíritu de disensión, sino simplemente los anima a que vivan con «armonía» y a que se «mantengan unidos en un mismo pensamiento y en un mismo propósito» (1ª Co 1: 10). Cuando hay un problema de incesto, no les dice a los corintios que reprendan a un espíritu de incesto, sino que les dice que debieran estar indignados y que debieran ejercer la disciplina de la iglesia hasta que el culpable se arrepienta (1ª Co 5: 1-5).
Cuando hay un problema sobre que los cristianos acuden a los tribunales para demandar a otros creyentes, Pablo no les manda que expulsen a un espíritu de litigación (o de egoísmo, o de pleitos), sino les dice sencillamente que solucionen esas situaciones dentro del seno de la iglesia y que estén dispuestos a olvidarse de sus propios intereses (1ª Co 6:1-8).
Cuando hay un desorden relacionado con la Cena del Señor, no les manda expulsar a un espíritu de desorden o de glotonería o de egoísmo, sino solo les dice que debieran «[esperarse] unos a otros» y que cada creyente «debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber la copa» (1ª Co 11: 33,28). Podemos encontrar duplicados estos ejemplos muchas veces en las otras epístolas del Nuevo Testamento.
En cuanto a la predicación del evangelio a los inconversos, la pauta del Nuevo Testamento es la misma. Aunque ocasionalmente Jesús o Pablo expulsaron a un espíritu demoníaco que estaba obstaculizando seriamente la predicación del evangelio en un área determinada (vea Mr 5: 1-20 [endemoniado gadareno]; Hch 16: 16-18 [la joven adivinadora en Filopos], ese no es el patrón de ministerio que vemos, sino que sencillamente se hace hincapié en la predicación del evangelio (Mt 9: 35; Ro 1: 18-19; 1ª Co 1: 7-2:5).
Aun en los ejemplos arriba mencionados, se enfrentó la oposición en el proceso de la proclamación del evangelio. En marcado contraste con la práctica de los que hoy hacen hincapié en un «nivel estratégico de guerra espiritual», en ningún caso en el Nuevo Testamento se ve que alguien:
(1) Emplaza a un «espíritu territorial» al entrar en una región a predicar el evangelio (en los dos ejemplos citados arriba, el demonio estaba en la persona y la persona influenciada por el demonio inició la confrontación), ni:
(2)Demanda información a los demonios sobre Una jerarquía demoníaca local, ni:
(3) Dice que debiéramos creer o enseñar información derivada de los demonios, ni:
(4) Enseña mediante la palabra o el ejemplo que ciertas «fortalezas demoníacas» sobre una ciudad debieran ser derribadas antes de que se pueda proclamar el evangelio con eficacia.
Más bien, los cristianos predican el evangelio, Y este llega con poder para cambiar vidas! (Por supuesto, la oposición demoníaca puede surgir, o Dios mismo puede revelar la naturaleza de cierta oposición demoníaca, en cuyo caso los cristianos debieran orar y luchar en su contra, según 1ª Co 12: 10; 2ª Co 10: 3-6; Ef 6: 12).
Por tanto, aunque el Nuevo Testamento reconoce claramente la influencia de la actividad demoníaca en el mundo, e incluso, como veremos, sobre la vida de los creyentes, su enfoque primario en cuanto a la evangelización y el crecimiento cristiano está en las decisiones y acciones tomadas por las personas mismas (vea también Gá 5: 16-26; Ef 4: 1-6: 9; Col 3: 1-4: 6).
Del mismo modo, este debiera ser el enfoque primario de nuestros esfuerzos hoy cuando nos esforzamos por crecer en santidad y fe y vencer los deseos y acciones pecaminosos que permanecen en nuestra vida (Ro 6: 1-23) y vencer las tentaciones que vienen en contra nuestra de parte de un mundo incrédulo (1ª Co 10: 13). Tenemos que aceptar nuestra propia responsabilidad de obedecer al Señor y no pasar la culpa de nuestros propios fallos a alguna fuerza demoníaca.
No obstante, un cierto número de pasajes muestra que los autores del Nuevo Testamento estaban claramente conscientes de la presencia de influencias demoníacas en el mundo y en la vida de los mismos cristianos. Al escribir a la iglesia en Corinto, que estaba llena de templos dedicados a la adoración de ídolos, Pablo dijo que cuando los paganos «ofrecen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios» (1ª Co 10: 20), situación que era cierta no solo de Corinto, sino de casi todas las otras ciudades en el antiguo mundo mediterráneo.
Pablo también advirtió que en «los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas» (1ª Ti 4: 1), y que esto llevaría a prohibiciones del matrimonio y evitar ciertos alimentos (v. 3), todo lo cual Dios lo ha creado «bueno» (v. 4). De manera que vemos que algunas doctrinas tienen origen demoníaco.
En 2ª Timoteo, Pablo Da A Entender Que Los Que Se Oponen A La Sana Doctrina Han Sido Atrapados Por El Diablo Para Que Hagan Su Voluntad: «Un Siervo Del Señor No Debe Andar Peleando; Más Bien, Debe Ser Amable Con Todos, Capaz De Enseñar Y No Propenso A Irritarse. Así, Humildemente, Debe Corregir A Los Adversarios, Con La Esperanza De Que Dios Les Conceda El Arrepentimiento Para Conocer La Verdad, De Modo Que Se Despierten Y Escapen De La Trampa En Que El Diablo Los Tiene Cautivos, Sumisos A Su Voluntad» (2ª Ti 2: 24-26).
Jesús había afirmado del mismo modo que los judíos que se le oponían obstinadamente estaban siguiendo a su padre el diablo: «Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!» Gn 8: 44).
NOTA: Una manera común de resumir las tres fuentes del mal en nuestras vidas es «el mundo, la carne y el diablo. (y carne. se refiere a nuestros propios deseos pecaminosos).
En la primera epístola de Juan se hace hincapié de una forma más explícita en que las acciones hostiles de los incrédulos tienen influencia demoníaca o a veces origen demoníaco. Él hace una declaración general de que «el que practica el pecado es del diablo» (1ª Jn 3: 8), y continúa diciendo: «Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios, ni tampoco lo es el que no ama a su hermano» (1ª Jn 3: 10).
Juan caracteriza aquí a todos los que no son nacidos de Dios como hijos del diablo y sujetos a la influencia de sus deseos. Así sucedió con Caín, quien (por ser del maligno, asesinó a su hermano) Abel (1ª Jn 3: 12), aunque no se menciona para nada la influencia de Satanás en el texto de Génesis (Gn 4: 1-16).Juan también dice: «Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno» (1ª Jn 5: 19).
Luego en Apocalipsis de Satanás se dice que «engaña al mundo entero» (Ap 12: 9). Como indicamos arriba, a Satanás también se le llama el (príncipe de este mundo) (Gn 14: 30), y «el dios de este mundo» (2ª Co 4:4), y «el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia» (Ef. 2: 2).
Cuando combinamos todas estas declaraciones y vemos que se dice que Satanás es el originador de mentiras, asesinatos, engaños, enseñanza falsa y el pecado en general, parece razonable concluir que el Nuevo Testamento quiere que entendamos que hay un cierto grado de influencia demoníaca en casi todas las maldades y pecados que vemos hoy.
No todo el pecado está causado por Satanás o los demonios, tampoco la actividad demoníaca es la mayor influencia o causa de pecado, pero la actividad demoníaca es probablemente un factor en casi todo pecado y actividad destructiva que se opone a la obra de Dios en el mundo hoy.
En la vida de los cristianos, como indicamos arriba, el énfasis del Nuevo Testamento no está en la influencia de los demonios sino en el pecado que permanece en la vida del creyente. No obstante, debiéramos reconocer que pecar (aun para los cristianos) es dar un punto de apoyo de alguna clase a la influencia demoníaca en nuestra vida. Por esa razón Pablo podía decir: «Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo» (Ef 4: 26).
El enojo injusto puede aparentemente dar oportunidad al diablo (o a los demonios) para ejercer alguna clase de influencia negativa en nuestra vida, quizá al atacamos por medio de nuestras emociones o quizá al aumentar el enojo injusto que ya sentimos en contra de otros. Del mismo modo, Pablo menciona «la coraza de justicia» (Ef. 6: 14) como parte de la armadura que debemos usar para enfrentamos a las «artimañas del diablo» y que «nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales» (Ef. 6: 11-12).
Si tenemos en nuestra vida áreas de continuo pecado, entonces hay debilidades y agujeros en nuestra «coraza de justicia», y en esas áreas somos vulnerables a los ataques demoníacos. Por el contrario, Jesús estaba completamente libre del pecado, y podría decir de Satanás, «él no tiene ningún dominio sobre mí» (Jn 14: 30).
Podemos también notar la conexión entre no pecar y no ser tocado por el maligno en 1ª Juan 5: 18: «Sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo que nació de Dios, lo protege, y el maligno no llega a tocarlo».
NOTA: El tiempo presente del verbo en griego nos da un sentido de «no continuar pecando».
Los pasajes precedentes sugieren, entonces, que donde hay una persistencia de pecado en la vida del cristiano en un área u otra, la responsabilidad primaria de ese pecado está en el cristiano individual y en sus decisiones de continuar con esa forma de vivir errónea (vea Ro 6, esp. 12-16; también Gá 5: 16-26).
Sin embargo, también podría posiblemente darse alguna forma de influencia demoníaca que contribuye e intensifica esa tendencia pecaminosa. En el caso de un cristiano que ha orado y luchado por años para dominar un mal temperamento, por ejemplo, pudiera ser que un espíritu de enojo sea un factor en su continúa tendencia a ese pecado.
Un cristiano que ha luchado por cierto tiempo para vencer un sentido de depresión puede haber estado bajo el ataque de un espíritu de depresión y desaliento, y este puede ser un factor que está contribuyendo a su situación general.
Un creyente que ha estado luchando en otras cuestiones, tales como una falta de disposición a someterse a la autoridad legítima, falta de control en la comida, pereza, amargura, envidia, etc., quizá se pregunte si un ataque demoníaco o influencia podría estar contribuyendo a esa situación y obstaculizando su utilidad para el Señor.
NOTA: Pero nunca usa un lenguaje que sugiera que un demonio «posea» realmente a alguien.
El problema con los términos de posesión demoníaca o endemoniado es que dan el matiz de una influencia demoníaca tan fuerte que parece implicar que la persona que está bajo ataque demoníaco no tiene otra posibilidad sino sucumbir a ello. Sugieren que la persona está incapacitada de ejercer su voluntad y completamente dominada por el espíritu maligno, Si bien esto puede haber sido cierto en casos extremos como es el del endemoniado gadareno (vea Mr 5: 1-20; note que después que Jesús expulsó al demonio de aquel hombre, él estaba «en su sano juicio», v. 15), no es cierto en muchos casos de ataque demoníaco o de conflicto con demonios en la vida de muchas personas.
Así, pues, qué podemos responder a la pregunta de «¿puede un cristiano estar poseído por un demonio?» La respuesta depende de lo que significa para nosotros «poseído». Dado que el término no refleja ninguna palabra que podamos
No toda depresión es demoniaca en su origen. Algunas pueden estar causadas por factores químicos que responderán a tratamiento médico. En otras ocasiones se puede deber a pautas de comportamiento o relaciones interpersonales que no están funcionando conforme a las normas bíblicas. Pero no debiéramos eliminar la influencia demoníaca como un posible factor.
Esta palabra diamonizomai, que puede traducirse como «bajo influencia demoníaca» o «estar endemoniado» aparece trece veces en el Nuevo Testamento, todas ellas en los evangelios: Mt 4: 24; 8:16, 28, 33; 9: 32; 12: 22; 15: 22 (sufre terriblemente por estar endemoniada); Mr 1: 32; 5: 15, 16, 18; Lc 8:36; y Jn 10: 21.

Todos estos casos indican fuerte influencia demoníaca. A la luz de esto, es quizá mejor reserva la palabra endemoniado para casos más extremos o severos como en las situaciones que aparecen en los evangelios. Esta palabra sugiere una fuerte influencia o control demoníaco. Pero ha llegado a ser común en alguna literatura cristiana hablar de personas que están bajo alguna forma de ataque demoníaco decir que están «endemoniadas». Sería más sabio reservar esa palabra para casos de severa influencia demoniaca.